Sergio Vargas contaba con 16 años cuando vivía en Los Mina y lo único que le pedía a su padre era que le permitiera regresar a Villa Altagracia. Si pasaba de curso (de octavo a primero de bachillerato) su deseo era concedido. Y así lo logró.
Ese día que decidió irse de Los Mina, de vuelta a Villa, no tenía un peso (el negocio del agua estaba paralizado porque en esos días había caído el más grande aguacero que recuerde). En una decisión de arrebato y coraje, no le quedó más remedio que irse a pies.
En medio del relato a LISTÍN DIARIO no aguantó más. Un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos eran evidencia de cómo su mente volaba en ese momento a ese pasado de la nada.
Un sorbo de agua y las palabras de aliento y solidaridad de los presentes le ayudaron a recuperarse y continuar hablando.
Al salir no se despidió de nadie, no fuera a ser que su papá le negara la aprobación inicial. Caminó desde Los Mina a la Duarte con Eusebio Manzueta en un tiempo de casi tres horas, pero cuando llegó el último transporte que iba a Villa Altagracia ya había partido.
"Entonces mandé toda mi energía para mis rodillas y mis pies y dije: - mi amor por Villa Altagracia es muy grande. Yo nunca he amando tanto como he amado a ese pueblo. Arranqué a pie, como a las 7:00 de la noche".
Corría el año 1976. Sin motoconcho, ni celulares ni la inseguridad de hoy día, el muchacho de Villa siguió de la Duarte su ruta caminando hacia su meta. Iba acompañado de gente que trabajaba en la ciudad y regresaba a Los Alcarrizos.
Alrededor de a las 10:00 de la noche, ya en la entrada a Los Alcarrizos, le dio un mareo por la sed y el hambre.
A esta altura del relato a los periodistas tuvo que taparse la cara con el sombrero y duró varios minutos sin poder hablar.
Después que se repuso, recordó que Dios terminó acompañándolo, ya que el chofer del camión que trasportaba los periódicos de LISTÍN DIARIO al Cibao se paró y "le dio una bola" junto con otras personas.
"Estaba tan cansado que me pasé de Villa Altagracia y cuando me di cuenta ya iba muy lejos (el cuartel policial de La Cumbre). Entonces volví a emprender el viaje para atrás, caminando y a unas cuatro casas de la vivienda de mi abuela, doña Goya, me desmayé".
Ynmaculada Cruz Hierro / Ramón Almánzar (Listín Diario)